lunes, 19 de enero de 2015
La mala fama de los Cristianos
Siempre que escucho la frase "¡Y eso que es Evangélico!", me doy la vuelta y me voy.
Esa es la mala fama que tenemos, gracias a aquellos que se escudan bajo la premisa "Yo me congrego en..."; y son esos mismos los que te juzgan y te ven como "oh por Dios, estás pecando", cuando les dices que eres cristiano, pero que no te congregas en ninguna Iglesia.
Hasta hace un mes, yo no me congregaba en ninguna iglesia... porque soy de las que no cree en "la institución". En esa "casa de Dios" donde todos van a darse golpes de pecho, y cuando se voltean siguen siendo los mismos malos seres humanos que llenan a este mundo, y que quitan la honestidad y el amor a la vida.
Y hablo tanto de Católicos, como de Cristianos Libres, como de Cristianos Evangélicos, y Pentecostales.
Para mí, me parecía la mayor hipocresía del mundo ir a una iglesia. De esos de alta sociedad que se empintan (se ponen sus galas) todos los domingos, y van a confesarse y van a rezar 10 Ave María, y 20 Padre Nuestros; pero que salen a robarle el vuelto a la señora humilde que cuenta las lochas para pagar el pasaje, o que se roban los cubiertos en bolsita de Wendy's, o que ven se le cae un dinero a alguien, y no se lo entregan.
¿Qué haces con ir a la iglesia si en tu día a día sigues siendo un mal cristiano, y un mal hijo de Dios?
O como hace poco, que fuimos a una librería Cristiana, y la dueña (creo) mandó a recoger todos los ejemplares del libro que mi mamá estaba comprando, porque tenían mal el precio, y en realidad costaban un 25% más.
Y en lugar de cobrarlo por el precio que decía la etiqueta, se lo cobró a mi mamá con el nuevo precio, y quería cambiar los otros, diciendo que eran "un pedido de un hermano".
¿Ni siquiera podías esperar que saliéramos de la tienda para hacer tu cambio?
Esas son el tipo de cosas que realmente me molestan, y por las que el resto tenemos mala fama.
Y lo peor: este domingo que pasó, fuimos a la iglesia ¿y qué vi a tres filas delante de nosotras?
Una niña, en plena alabanza, quería que el papá la cargara para ella ver la tarima; la niña estaba entre su mamá que tenía a su hermanito (de unos 5 meses de nacido) y su papá. Cuando la niña le alza los brazos al papá, para que la cargara, el señor la agarró por los brazos, y la sentó bruscamente en la silla de nuevo. Y la regañó.
Les juro que lo que quería era ir a cachetear al papá. ¿Cómo vas a hacer ese desprecio a tu hija en la casa de Dios? ¿Es eso el cristianismo que le estás enseñando?
Esas son las razones por las que no me gustaban las iglesias; pero estaba en la casa de Dios, así que oré y le pregunté a Dios y le reclamé, sí... y Dios me dio la respuesta.
Cinco minutos después vi que el padre abrazó a la niña, habló con ella, y luego la cargó y siguieron cantando...
¿Pero después que vi?
A una madre.
Una madre con un niño que no pasaba de 2 años; ella vestida de punta en blanco, con más keratina que amor por el hijo, y con unos tacones que obviamente no le permitían cargar al niño.
El niño, en su media lengua, solo le decía que quería agua... y ella pretendía mandarlo SOLO a agarrar agua. Y la cara de fastidio y de que el niño le era un estorbo, cuando tuvo que ir con él a darle el agua, es algo que no se me olvida.
Por Dios, es un bebé...
Y ella haciéndole el desprecio al pobre bebé, que lo que quería era agua.
Esas son las personas por las que ir a la iglesia, por tantos años, me parecía una gran hipocresía.
Pero algo que me enseñó mi mamá, ahora que empezamos a ir, es que uno no va por los demás... uno va por uno, y por Dios. Uno va para hablar con Dios, para orarle, y para rendirle...
Y lo mejor que puedo hacer, es orar por esos padres y madres, que no saben ser padres y madres. Que no saben las repercusiones que sus actos pueden tener.
Sobre todo, orar por esos niños que no tienen la culpa del mal padre, o de la mala madre, que les tocó.
Sigo pensando que la mayoría de los que van a iglesia son unos hipócritas... pero también he visto, en este nueva iglesia que es muy muy grande; que están los cristianos que realmente saben lo que es el amor de Dios, que realmente saben ser hijos de Dios; que luchan día a día por ser mejores seres humanos, mejores padres, mejores hijos, y mejores hermanos.
Porque, así como una vez lo cantó Ricardo Arjona: Jesús es Verbo, no sustantivo.
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