jueves, 19 de enero de 2017

Mi Doctor Favorito

Éstos últimos días me he acordado mucho de mi Doctor Favorito... hasta el día de hoy, casi 3 años después de su muerte, siempre lloro cuando me acuerdo de él.

Lo conocí en el año 2001, si mal no recuerdo, cuando tuve un esguince en el pie y me revisó de casualidad por Emergencias.

Tiempo después caería de nuevo en sus manos remitida por un Neurocirujano, una vez que se me durmió una pierna y resultó ser un disco en la columna... Desde ese día lo llamé "El Brujo".

Llegamos a su consultorio armadas con la recomendación y la resonancia magnética. Cuando mi mamá empezó a echarle el cuento y le dice "Aquí tenemos la resonancia, doctor, para que la vea..." El Traumatólogo Mounir Ghayar le respondió: "No. Yo la voy a revisar, y yo voy a dar mi diagnóstico y después tu me dices qué sale en la resonancia".

Obviamente mi mamá y yo nos miramos a la cara y nos quedamos, como dice el refrán, con los ojos claros y sin vista. Y empezó la consulta.

Ese señor me hizo caminar, me sentó, me paró, me tocó, me dobló la espalda, me sintió creo que todas y cada una de las vértebras de mi columna... y dijo "Siento algo en el disco X, entre la vértebra 'tal' y 'tal'"... lo que hicimos fue vernos las caras nuevamente.

Efectivamente me dijo exacto lo que salía en la resonancia: que tenía desgaste en uno de los últimos discos de mi columna. Me mandó tratamiento, me hizo el récipe, el informe médico y la factura... Y DESPUÉS fue que dijo "Ahora sí, dame la resonancia... Sí. Aquí está. Disco X."

Yo quedé impactada cómo ese doctor con el simple hecho de tocarme, supo exactamente lo que yo tenía. Impresionante.

Por casi 14 años después de eso, jamás fui a ver a otro traumatólogo. Yo disfrutaba ir a verlo, aunque estuviese muriendo de mis dolores: de la rodilla, los tendones de la mano, si me pisé un dedo con la puerta de un carro... y disfrutaba hacerlo reír. Mi viejo se reía con mis ocurrencias y mis chistes.

Como anhelo sus besos, y sus abrazos.

Tenemos muchas anécdotas con él, historias de una relación que más que "paciente - doctor", fue de cariño, de amistad, de sincero afecto. Como siempre digo, ese doctor creo que me mostró más cariño que mi propio papá.

Cuando estuve en Trinidad estudiando, mi mamá se le presentó un dolor en la rodilla que no podía ni caminar. No sé porqué la doña decidió irse a ver a otro doctor, un loco que le dijo que "iba a perder la rodilla".

Obvio mi mamá me llamó llorando con un ataque, y lo primero que le dice fue "Y por qué no te fuiste con el Doctor Mounir". Al día siguiente fue, el doctor le mandó su tratamiento y un reposo; y JAMÁS, entiéndase JAMÁS mi mamá le molestó más nunca la rodilla. Igual que a mí el disco de la columna.

Hace unos pocos años se me presentó un dolor en la mano derecha, al punto que no podía moverla para nada. De necia me puse a echarme cremas y no lo llamé, y para cuando decidí ir a verlo, el doctor Mounir estaba fuera de la zona en una conferencia y no vendría hasta la semana que viene. Yo no iba a aguantar una semana con ese dolor, así que me fui a otro médico.

El tipo me puso un yeso y me mandó un tratamiento. Pero tanto era mi desconfianza, porque simplemente NO ERA MOUNIR, que yo no compré nada. Me quedé con mi yeso que me alivió el dolor, pero me esperé una semana para que me viera mi verdadero doctor.

Y miren que lo hice reír ese día. Yo reclamándole que cómo se le ocurría irse y dejarme SOLA, y el solo se reía... "Pero bueno, ¿tu no quieres que me prepare para que te pueda atender mejor?" Y yo le decía "¡NO! No, porque me tuve que ir con otro que no sabe lo que hace." Sí, era de inmovilizarme la mano, pero el yeso era innecesario. Con una muñequera era suficiente.

Doctor: "¡¿Y pasaste una semana sin tomar nada?!"
Yo: "¡SÍ! Porque yo no confío en nadie que no sea usted."

Yo no soy carnicero
Siempre supe que el Doctor Mounir era un doctor de corazón, de convicción... y lo confirmé cuando, en una de las muchísimas visitas que le hice en los últimos años por mi problema en la rodilla; le pregunté lo que tooooodos me decían a cada ratico "¿No será que hay que operarme, doctor?"

Y qué me respondió: "No, porque si te opero hoy esa rodilla, en tres años voy a tener que operarte de nuevo... y yo carnicero no soy."

¿Díganme si no era bello mi doctor?

Hubo un momento en que mi mamá también le preguntó "Doctor, ¿y no será que mejor la operamos? ¿Y si le hacemos una resonancia?" A lo que mi doctor le dijo "OK. ¿Tu quieres una resonancia? Yo te la pido... ¿Qué quieres apostar? Yo te voy a anotar en un papel todo lo que te va a salir en esa resonancia, y cuando salga lo que yo te voy a escribir, tu me pagas..."

Obviamente, mi mamá se quedó callada... ¿Quién iba a apostar en contra del brujo? Nadie. Mucho menos nosotras.

Ay mi viejo. Un gran vacío dejaste en mi corazón... lo que más lamento es que ni una foto tuya tengo. 

Otra anécdota que demuestra la calidad humana de mi doctor Mounir: un 24 de diciembre me resbalé en un asfalto mojado y, obvio, caí dándome un golpe en la rodilla mala. Lo primero que hice fue escribirle: que me había caído, que si me podía decir qué tomarme, que disculpe que es 24... Y mi viejo no había terminado de mandar el mensaje cuando ya me estaba llamando. Me recetó por teléfono, me dijo qué inyección ponerme y qué pastillas tomar, a qué horas. Con su bondad, con su calidad humana, sin miramientos.

 Así era el Doctor Mounir. Mi doctor favorito.

Un jueves de mayo del 2014, mi mamá me llamó desde la oficina. "Te tengo malas noticias." Para ese tiempo yo estaba viviendo en Ciudad Bolívar; tenía ya meses que no lo veía, pero en mi teléfono estaba un mensaje que me había mandado por unos exámenes de una bacteria que yo tenía en los pulmones. Porque hasta para eso lo molestaba.

"El doctor Mounir se murió."

Habían pasado dos semanas desde su muerte y yo no sabía. Mi viejo se había ido y yo no pude despedirme... todos en la empresa se preocuparon porque pasé todo el día llorando mares. No había quien me preguntara: "¡¿Qué te pasó?!" asustados... Pasó que mi viejo se me murió, mi doctor favorito, mi traumátologo quien será único en la historia de la medicina de Ciudad Guayana.

Esa semana pasó que me devolví a Puerto Ordaz un sábado por la tarde, porque habíamos tenido una actividad extra en la empresa; y mientras venía en el bus, me acordé de mi viejo y venía llorando en el camino acordándome de él. Y mientras lloraba, me llegó un texto de un teléfono desconocido: era su esposa para informarme que mi viejito se había muerto. Me imagino que había visto mi último mensaje para él: "Gracias mi doctor favorito."

Mounir siempre será mi doctor favorito. Mi viejo. El que yo hacía reír, hasta cuando le decía que si no tenía un hijo que me presentara... Mi doctor era bello, en todos los aspectos.

Me dolió tanto ir a ver su tumba. Que ni siquiera tenía grabado nada: solo su nombre con marcador, y las dos fechas. Y por meses, POR MESES lo lloré... 

Cada vez que iba a verme con un médico, era entrar y ponerme a llorar. ¿Por qué? Porque no era mi doctor. No era mi viejo... 

Ya me han visto dos doctores diferentes desde que murió... y ninguno me gusta. No pongo en duda sus capacidades como doctores, pero simplemente no son Mounir. Nunca nadie estará a su altura. Creo que ni que me venga con un ranking del mejor doctor en la historia del mundo, nadie... NADIE será como Mounir.

Ay mi viejo, yo sé que estás bien, pero sigue doliendo.